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“Federico, el “noviecito” de la Señorita Tránsito”
Sudario 05 - Parte Frontal
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“Federico, el “noviecito” de la Señorita Tránsito”
Sudario 05 - Parte Trasera
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“Federico, el “noviecito” de la Señorita Tránsito”
Sudario 05 - Pieza Completa

“Federico, el “noviecito” de la Señorita Tránsito”

Sudario 05 - 2019

Técnica mixta en lienzo

105 x 450 cm

por Angel Correa

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Técnica y materiales

Técnica mixta en lienzo 100% algodón, café microfiltrado en polvo, agua destilada, acuarela, témpera, acrílico, anilina, tinta, colorante de alimentos, medio acrílico y barniz

Descripción de la obra

Esta obra fue inspirada por Federico y la canción con la cual lo identifico: "Acompañame", versión ranchera, año 1966, interpretada por Alicia Villarreal y Pedro Fernandez, cantantes mejicanos. Estas son algunas líneas de la letra: "Pon tu mano, sobre mi mano y a tu lado, todo el mundo correré. Ven conmigo, cierra los ojos y en silencio sin palabras, yo mil cosas te diré. Acompáñame, que tu amor es mi canción, acompáñame cerca de mi corazón, tu ya sabes que te quiero, que te espero y que no te olvidaré, acompáñame. Ven conmigo, cierra los ojos y en silencio sin palabras, yo mil cosas te dire”.

Para dónde vas Tránsito? Preguntó mi madre. Y ella respondió: Voy para Pradera a verme con Federico. Eso está caliente ahora por allá, cuidado amiga. Estaré bien, gracias. Tengo que ir, necesito verlo, tú sabes. Un diálogo simple, corto como muchos de los que sostenemos a diario con miembros de la familia, vecinos, amigos, colegas y otras personas, describió para mí la relación de Tránsito con un hombre que por alguna razón no podía venir a visitarla ni muchos menos verla en su casa.

Quién era Tránsito en ese entonces? Una mujer de más de cuarenta y cinco años como lo pude confirmar luego. Soltera, de familia de bien, la menor de seis hermanas, que estuvo toda una vida trabajando como contadora en una bodega de suministros agrícolas. Ella era de mediana estatura, peinada al estilo Margaret Thatcher, pero con el rostro similar al de Édith Piaf, estaba siempre bien maquillada, con uñas pintadas color rosa nacarado y luciendo un collar de perlas; además tenía una cintura pequeña, busto mediano y unas nalgas enormes, con caminado de señorita apretando el trasero en pantalones slacks.

Se conoció con "Fede" visitando la finca de unos amigos en la región, amor a primera vista, de palabras y actos sinceros, sin pelos en la lengua, al escondido y apasionada, sin andarse por las ramas, liberadora e intensa como se lo comentaba a mi madre mientras tomaban un café de visita en mi casa. Tiempos aquellos donde pertenecer a la guerrilla era un estigma total, peligroso y que desacreditaría a toda la familia del que fuera miembro de “la revolución”.

Se la veía siempre más relajada, sonriente, feliz y rejuvenecida, nada la intimidaba, no pensaba en ninguna clase de regla ni norma social, era creativa escapándose a verlo, aceptaba que la llamara a su número de oficina y que le enviara telegramas al trabajo. Hablaba de lo rico que la pasaban juntos en la cama, de cómo la besaba y la hacía llegar al cielo, de cómo la escuchaba y de lo mucho que quería secuestrarla para pasar con ella todo el tiempo y darle nalgadas.

Federico era un hombre de 30 años, que trabajaba para “alguien que no le permitía abandonar la zona”, le comentaba a mi madre siempre preocupada al respecto, además de que no le gustaba verlo con armas, portando armas, algo que la intimidaba. Siempre estuvo subyugada por su olor, por la suavidad que sentía al deslizar sus dedos entre su cabello corto; al principio de la relación se horrorizaba de verlo totalmente desnudo hasta que fue acostumbrándose a dejar de ser tan pudorosa para convertirse en una mujer apasionada y lujuriosa.

Un día sábado, de esos días tan comunes en Colombia, donde las malas noticias vuelan y te cubren con un manto de desdicha, luego de llegar a visitarlo le salió al camino uno de sus amigos para decirle que "Fede" había sido asesinado el jueves en la noche saliendo de jugar billar; que un tiro de fusil lo había atravesado a la altura del estómago quitándole la vida, dejandolo tirado en la calle con una tronera por entre la cual se podía ver de lado a lado. Ella pidió verlo pero se lo negaron, tuvo que conformarse con quedarse para el entierro esa misma tarde, pero sin poder volver a verlo nunca más ni tan siquiera en el ataud. Sólo en foto, en las fotos que guardaba en su mesa de noche y que alumbraba de vez en cuando. Fotos que yo nunca pude ver porque era un secreto entre amigas, con la Señorita Tránsito, la que nunca había tenido novio antes, una mujer de buena familia y pudorosa.

Con este Sudario estoy recogiendo del jardín del amor de Tránsito a su Federico del alma, el de la vida clandestina, el que la enseñó a ver el cuerpo de un hombre desnudo sin avergonzarse, el que por más de un año la hizo tan feliz. Federico ante la luz del amor, en medio de la clandestinidad en el área rural de Colombia, tal vez un guerrillero de los que pensaban en la revolución como algo ideal y necesario para el pueblo colombiano, el amante de la Señorita Tránsito, la mujer que descubrió que tenía  alma y cuerpo de quinceañera luego de conocerlo.

Transito murió muchos años después y una de sus hermanas dijo que luego de muerta la vió conversando en el patio de la casa, cerca del rosal, con un hombre joven que posaba la mano sobre su cintura mietras ella lo miraba ensimismada.

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