"Alejandro, un corazón sin pudor"
Sudario 11 - Parte Frontal
"Alejandro, un corazón sin pudor"
Sudario 11 - Parte Trasera
"Alejandro, un corazón sin pudor"
Sudario 11 - Pieza Completa
“Alejandro, un corazón sin pudor”
Sudario 11 - 2019
Técnica mixta en lienzo
105 x 450 cm
por Angel Correa
Técnica y materiales
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Técnica mixta en lienzo 100% algodón, café microfiltrado en polvo, agua destilada, acuarela, témpera, acrílico, anilina, tinta, colorante de alimentos, medio acrílico y barniz
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Descripción de la obra
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Esta obra fue inspirada por Alejandro y la canción con la cual lo identifico: “Es Mi Vida”, balada, año 1975, interpretada por Salvatore Adamo, cantante italiano. Estas son algunas líneas de la letra: "Nuestra historia comenzó con palabras de amor. Oh Dios qué gran amor... Y es verdad me diste a mí un mundo de calor, yo te lo devolví y te confié sin pudor mi corazón, de canción en canción. Yo te quise hacer soñar con lo mejor de mí que te fui a entregar".
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Esteban, el muchacho rubio de ojos color miel que siempre se resistía a la autoridad de sus padres y evadía toda clase de obligación que implicara seguir las reglas y las normas en casa, en el colegio, en toda parte. Un cactus en flor, jugoso pero lleno de espinas, el dolor de cabeza de su padre, quien decidió marcharse de la casa luego de no poder más con él pues casi mata a la abuela con una escopeta que se disparó accidentalmente, mientras andaba corretiando por la casa jugando a los bandidos con sus primos, haciendo caso omiso de las órdenes de su madre.
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Esteban se quedó solo, como hijo único, viviendo con su madre Inés que tuvo varios embarazos terminados en pérdida y una tía viuda que había perdido a su familia, marido y dos hijos asesinados en la finca cafetera donde vivían y trabajaban. Yo lo vi crecer y convertirse en un adolescente bello, que me gustaba mucho y era tal vez seis años mayor que yo. Su mirada estaba cargada de disgusto algunas veces, pero otras de picardía, especialmente cuando pasaba con su novia, una muchacha que sufría de epilepsia, la hija del mecánico que vivía enseguida del convento de las monjas. A los 19 era un hombre alto, delgado con cuerpo de basquetbolista, que salía en tenis, pantaloneta y sin camiseta montado en su bicicleta.
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Esteban era "una belleza de niño, un pecado ambulante", como diría mi amigo Leonel. Pero yo puedo describirlo ahora como un rebelde, alguien que no era escuchado, que le hacía perder la calma a las personas a su alrededor, que era juzgado y condenado por su comportamiento, que no era tratado con respeto por los antecedentes que tenía; un muchacho que no tuvo alguien que buscara el motivo de su comportamiento y aliviara su malestar que era evidente, que tenía muy pocos amigos porque los asustaba a casi todos, que estaba enamorado de la fragilidad, un huérfano emocional que luego de los años se ganó la reputación de loco.
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Esta "belleza de niño" no sé cuándo desapareció y no se le volvió a ver, pasaron meses sin saber de él en el barrio, hasta que un día el sol brilló de nuevo en la calles, Esteban convertido en un "hombrazo" como lo diría mi tía Martha, Oh mi Dios, había regresado...! Vistiendo el uniforme militar camuflado, con una medalla en su pecho, robándome la respiración, desorbitando mis ojos al verlo...Wow! Como dicen los gringos. Se había ido a prestar servicio militar, sin anunciarlo, aún en su casa, a su madre ni a su tía. Pero estaba de regreso y con un espíritu de confianza, un aire de convencimiento, de ser dueño de sí mismo, de no le temo a nada. Uno de los hombres más bellos que he visto en mi vida.
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Quienes tienen un miembro de la familia trabajando para las fuerzas armadas saben a lo que están expuestos, a la pérdida súbita, al duelo inminente, a la noticia que les puede cambiar la vida para siempre convirtiendo la realidad en un drama fatídico. Esteban debía tener 20 años cuando murió asesinado en el área rural de Colombia, en una emboscada realizada por los miembros de "una célula insurgente" de la guerrilla y fue sepultado en su pueblo de origen, donde vivía su padre, por orden del mismo. No tuvimos la oportunidad de velarlo ni de acompañarlo al cementerio. Cuentan que su novia tuvo varios ataques durante el sepelio en la iglesia y en el cementerio. También cuentan que consiguió la entrada en el convento de las monjas y que por ese motivo nunca más se la volvió a ver; pero otros dicen que se fue a vivir a Bogotá con la mamá.
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Con este Sudario estoy rescatando su memoria con cariño, tiñéndolo con la descripción de su personalidad, de su rebeldía, de su disgusto inocente, con las tintas de su apariencia emocional; la imagen de un rebelde que se fue a luchar contra los bandidos, que lleva orgulloso la medalla en su pecho.